loader image

Bienvenidos/as a mi pasión

Tenía tres años la primera vez que me pusieron un libro en la mano. O al menos eso es lo que me cuentan, porque mi memoria infantil no llega hasta esos leves recuerdos. Fue mi abuela, una señora de 73 años, adicta a los libros, la que me inició en el maravilloso mundo de viajar entre páginas y conocer cientos de mundos irreales -y no tan irreales- que se convierten en hogar durante un breve -o largo- periodo de tiempo.

Tenía tres años, entonces, cuando comencé a leer las primeras palabras y ante la expectación de mi familia y el colegio por la rapidez con la que había aprendido a leer, seguí inmersa en este mundo fascinante que hoy en día considero el mejor ansiolítico que he podido tomar.

Mi abuela era una señora alta y canosa, con el pelo rizado y unos ojos azules que embriagaban a cualquiera que los mirase. Y esos bonitos ojos no solo contaban historias reales de una guerra civil y una dictadura, también contaban aventuras, leyendas, personajes que solo existían en su memoria y, por supuesto, que habitaban en su corazón anciano. Y fue ella, quien me hizo descubrir el valor de conocer a otras personas a través de las páginas que otros escriben para envolvernos y cautivarnos. Y es por ella que hoy inicio mi sección con esta publicación. Porque sin ella, sin sus enseñanzas, yo no amaría la literatura ni sentiría la necesidad de transmitir el amor que siento cada vez que conozco a alguien en un capítulo, el dolor que surge de la muerte de mi personaje favorito, o incluso el amor platónico…

Aún recuerdo (porque esto sí que lo recuerdo) cuando le diagnosticaron la malvada enfermedad del Alzheimer y, aún así, me pedía cada día que le pusiera entre las manos un libro nuevo. Y recuerdo, cómo me resultaba fascinante la manera que tenía de devorar cada libro en cuestión de horas, aún con la pesadilla que le había tocado vivir. Y, por supuesto, aún siento el dolor al pensar si recordaba lo que había leído el día anterior, porque en muchas ocasiones llegó a leerse el mismo libro más de una vez.

Pese a todo, la fuerza y la inteligencia que demostraba leyendo y amando el mundo de las letras me hizo ser quien soy. Crecí escribiendo y, tras su muerte, me prometí no dejarlo nunca. Por ella o por la pasión que había suscitado en mí.

Nunca paré de escribir. Era mi forma de canalizar mis emociones, mi catarsis personal y la única manera de sentirme libre en un mundo que me daba miedo. Del relato pasé a la poesía y de la poesía al relato, siempre soltando todos mis pensamientos (y mis lágrimas en más de una ocasión).

Cada vez que escribo algo, la esencia de mi abuela se cuela entre las letras. Cada vez que siento, la sensibilidad de mi abuela, atraviesa los poros de mi piel como si de alguna manera me estuviera indicando que este es el camino que debí coger, y que escogí.

Siendo sincera, esta publicación iba a tratar de un asunto muy diferente al que está tratando y ya tratará de ello cuando convenga, pero cuando comencé a escribir y a practicar la escritura automática que practicaban los surrealistas en los primeros años del siglo XX, lo único que marcaba mi subconsciente era el origen de esta pasión. Porque todas nuestras pasiones tienen un principio, y, aunque no tienen por qué tener un final, siempre deben tener un desarrollo.

Sentí la necesidad de que tú, lector o lectora, me conocieras y entendieras por qué, no sólo la literatura, sino la pasión en general es importante. Quería daros verdad y esta es mi verdad.

La literatura es el arte de la expresión escrita o hablada, es la teoría que explica la composición de las obras escritas (todo esto nos lo dice la RAE). Es el noble arte de alcanzar los fines estéticos mediante la palabra. Como rama artística, tiene diversos estilos y géneros, y está compuesta por figuras y elementos que la embellecen. Pero la literatura, también, es más. Es sentimiento, entusiasmo, descubrimiento, es sinónimo de amar, de aprender, de conocer. Es empatía, es ponerse en la piel de quien actúa entre las páginas para luego desarrollar esta virtud en nuestro mundo real. Y, cómo no, es alma.

Como decía Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 1964 – Los Ángeles, 2020), autor de la serie El cementerio de los libros olvidados: “cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo vivieron y leyeron y soñaron con él”.

Y yo creo que, con esta frase, resumo de manera perfecta mi sección y lo que os vais a encontrar en ella en los próximos meses. Porque como también decía el mismo autor citado anteriormente, todos tenemos un secreto guardado bajo llave en el ático del alma, y este es el mío.

Bienvenidos/as.

Esto va por ti, abuela.

Fotografía realizada por nuestra miembro del equipo, Natalia Vázquez, para un cortometraje titulado «Resiliencia«.

Más del autor

5 COMENTARIOS

  1. Emocionante post. Haces que sintamos contigo la pasión por la literatura y nos dejas con ganas de más. Enhorabuena por tu publicación 😍

  2. Que bonito es cuando puedes sentir la pasión que tiene otra persona de forma tan sincera mediante la escritura. ¡Que gran verdad! Si todos leyéramos un poco, la sociedad sería más empática y seguramente una muchísima mejor.

Los comentarios están cerrados.

Publicaciones relacionadas

¿Qué te gustaría ver en los posts?

¡Cuéntanos!

Últimas publicaciones

¿Qué pasa con la Música en los Goya y otros premios?

¡Muy buenas a todos! Bienvenidos de vuelta una vez más, aquí estamos, y aquí nos adentramos en la sección de música. Hoy vamos a...

Adiós a los enanos de Velázquez en el Museo del Prado

¡Buenas tardes artistas! Hoy os vengo a hablar de un tema que ha salido en varios medios en las últimas semanas. Como veis en el...

Fracasar en pleno siglo XXI es triunfar

¿Abrazar el fracaso es ahora el nuevo punto de partida para comenzar una nueva senda? Cuantas veces hemos escuchado la frase “persigue tus sueños...

¿Quieres estar al tanto de nuevas publicaciones?

Se el primero en enterarte de nuevas publicaciones, reviews, noticias y mucho más.