Hay días en los que no hay tregua alguna con el patrimonio, todos los días se leen noticias arrolladoras del mal estado en el que se encuentran muchos de nuestros monumentos, de muebles e inmuebles que nos rodean en pueblos y ciudades. La conservación se ha suscrito a aquello que da beneficio económico y que tenemos bien controlado. Mientras tanto, se pierden en el paso de los años aquellos otros bienes que no nos han proporcionado estos incentivos. Estos, han estado olvidados durante una buena parte de nuestra vida y la de nuestras generaciones pasadas, y ya no desempeñan una función en concreto.
Estamos evocados a ver de manera normal un hecho que no debería de darse, ya que estamos dejando que se pierda la historia de la que venimos y la que nos proporciona esa identidad de la que nos enorgullecemos.
«EL OLVIDO ES EL PRINCIPAL FACTOR DE DETERIORO»
Bienes muebles que aguardan en sus habitaciones o almacenes para que se acuerden de que existen y vuelvan a salir a la palestra para una nueva ubicación, una exposición o quizás con suerte, una inminente restauración. Edificios históricos en desuso, pendientes de una mejora, que en ocasiones puede hacer perder su identidad, dado que la posible nueva función que se le asigna no es muy acorde a su historia. Y así encadenamos uno tras otro los casos que día a día llegan hasta las páginas de nuestra revista de cultura o del periódico. Sin lugar a duda, el olvido es el principal factor de deterioro de nuestro patrimonio.
Es lógico, por otra parte pensar que es muy costoso intentar mantener todo en perfectas condiciones, pero… ¿Qué es de aquellos proyectos ya elegidos, que se encuentran en un inicio del proceso, y son paralizados y olvidados? Literalmente paralizados y olvidados. A esto se le suma la actitud que se tiene por tendencia en general ante estos actos; el de no hacer nada, esperar. Y así sucede.
Es una sucesiva cadena de incomprensión, que se trasforma en algo cíclico del que si preguntas, nadie sabe en qué punto del proceso se encuentra. Estos hechos se suman y se van acumulando y ya son muchos proyectos de este tipo que gracias a los que se preocupan, salen de nuevo a la luz para ser denunciados públicamente. Es entonces cuando el resto tomamos conciencia de lo que acontece. Sin más, muchos son archivados a la espera de “algo” que los quiera rescatar y devolver, darle de nuevo una vida fuera del olvido.
Por supuesto, no voy a dejar de mencionar aquello que se hace bien, o que al menos se actúa en consecuencia frente a hechos tan notorios, como es adelantarse a perder parte de un patrimonio. Organismos, organizaciones y congregaciones, así como privados, actúan ante esto evitando la degradación de sus bienes, o al menos intentando iniciar un proceso en que se ve que existe la intención de llevar adelante una intervención conservativa y de restauración. Pero aunque esto suceda, es mínima la intención si valoramos todo lo que nos rodea. Quizás en un futuro haya que agradecer a aquellos que sí apostaron por la conservación de sus bienes, ya que será nuestro legado, un legado que se verá notablemente reducido.
Con esto quiero resaltar que frente a todo lo que podamos encontrarnos en nuestro patrimonial entorno, siempre habrá algo que permanezca olvidado y a la vista de todos, algo que permanezca oculto y que no tengamos constancia de su existencia, algo que se encuentre en marcha pero paralizado, y algo en lo que se vaya actuando y conservando. Esa es la actualidad del momento, y a la que habría que ceñirse, observando, para tener nuestro propio juicio de valores y entender que lo que perdurará en nuestra propia vida será nuestro legado patrimonial, el que nos pertenece a todos, empezando por el propio de nuestro pueblo o ciudad.
Natividad Poza Poza. Conservadora y Restauradora de Bienes Culturales.