¿Y si el mundo en el que vivimos fuera algo sin pasado?, sin historia, sin nada que nos dé indicios de dónde venimos, ni nada que nos mostrase para qué estamos aquí, ni dónde iremos cuándo ya no estemos…
Pues bien, cuando hablamos de conservación llevamos implícitas todas estas connotaciones, las respuestas de al menos lo demostrable, lo que perdura. En sí, la conservación es mucho más que poner algo a salvo de una posible pérdida; aunque esto sea lo inicial, le sigue una consecución de acciones que mantienen eso vivo, y una preocupación constante.
El hecho de conservar, es una acción que realizamos para mantener algo que valoramos cerca de nosotros, de nuestra vida, porque nos es importante. Entonces la acción se realiza individualmente, partiendo de la base de lo sentimental, de lo que nos resulta cercano a nuestra forma de vida y de ver la misma. De esta manera creamos nuestro contexto, el contexto en el que nos basamos para solventar nuestro día a día.

Pero cuando la acción se vuelve conjunta, y estos valores son los que conforman nuestra cultura, intentamos mantener al unísono el aprecio por lo que nos rodea, ya que nos hace ser lo que somos.
Como bien podéis ir entendiendo, el concepto es mucho más amplio, íntimo y personal de lo que a simple vista se puede entender por la “acción de conservar”. Cuando estamos conservando algo, como bien puede ser personal-familiar, o que nos repercute a todos, como la conservación de nuestro patrimonio y con ellos nuestros bienes, estamos salvaguardando para el enriquecimiento de nuestra cultura, valores que pondrán en la palestra algo hasta ahora olvidado.
El compromiso con todo esto, es desde el principio de todos nosotros, ya que lo hacemos nuestro y forma parte de nuestra costumbres, tradiciones y formas de vida que queremos llevar. Solo hace falta una leve sensibilidad para ser partícipes de lo que nos rodea. Con el simple hecho de estar predispuestos con un cierto interés, aunque sea lo más mínimo, aunque solo sea preocuparse, ya estamos conservando.
En nuestro día a día el patrimonio nos rodea, igual que rodeó a los que vivieron antes que nosotros, y nosotros tenemos el compromiso de que los que vengan después lo disfruten igual. Todo esto pasa por las sensaciones que sin duda nos trasmite el estar cerca de aquello que ha pasado por cientos de años y que ahora, en estos momentos, se encuentra ante nosotros. Es una suerte el saberlo apreciar, el querer que siga entre nosotros, alegrándonos la vista y disfrutando de lo que nos pueda aportar.
Natividad Poza Poza. Conservadora y Restauradora de Bienes Culturales.