En las múltiples ocasiones que he tenido, y en las que vendrán, siempre he sido consciente de la responsabilidad que tenía al tener una obra entre las manos. Éstas, cargadas de significado, no me han dejado nunca de dar respeto, pero como dice el dicho “el que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe”, me han aportado otras sensaciones satisfactorias que me han formado como profesional y como persona.
En el artículo de este mes expongo unas de las preguntas que más me han hecho los curiosos y cercanos al arte; ¿qué se siente cuando se está restaurando una obra? Acompañadme en esta nueva reflexión, ahondaremos en la parte más íntima de una intervención de restauración.
Entrevistas, conversaciones con compañeros del sector, exposiciones de trabajos, ratos de charlas con amigos y familiares… la pregunta es clara, ¿da respeto hacer una intervención sobre una obra? Cuando se aborda una intervención, se valora de primeras la obra a tratar. Pero mi respuesta ante la antigüedad o no de un bien es siempre la misa, el trato que le doy a las obras es igualitario en todas sus condiciones, esto quiere decir, que la paciencia, la perseverancia en su estudio y el trato en sus distintos procesos, está realizado con el mismo tesón, ya sea una obra del siglo XVI o anterior, así como una del siglo XXI.


Esto es así, porque se teje una relación entre el restaurador y la obra a restaurar. Se comienza desde el primer contacto un proceso de conocimiento, y como bien digo muchas veces, en la observación y en el estudio, la obra comienza a descubrirte datos sobre su vida. Poco a poco, la relación se hace más estrecha, hasta que se conoce completamente la pieza. Hay un momento el que el restaurador es la persona que más información tiene en ese instante sobre la obra. De aquí, que muchas instituciones le otorguen a un mismo restaurador la restauración de todas las obras de una misma colección, ya que los materiales y su modo de ejecución serán los mismos, y en la mayoría de las ocasiones, el estado de conservación y los daños que presente, también.
En mi caso, el abordar una intervención desde la base, siendo una profesional formada en el sector, es el comienzo de una nueva conexión que me aportará nuevos conocimientos, no dejando jamás de seguir aprendiendo. Cada obra es un mundo, igual que cada uno de nosotros, con sus características y particularidades, acercándonos a la experiencia de poder tener entre nuestras manos toda clase de valores; desde los históricos más remotos, hasta los sentimentales más familiares. Y os puedo asegurar que acabo cogiéndole a todas y cada una de esas obras a tratar, el mismo cariño.
La intimidad de la intervención es otro tema que comentar, es el momento en el que se encuentra solo el restaurador con la obra. Cada día los procesos avanzan en este contexto, esos ratos en los que se interviene concienzudamente la pieza, y la cercanía es plena y directa. Es aquí donde se acumulan los nuevos datos que más adelante pasarán a ser documentados y a formar parte, desde ese instante, de la vida de la obra.


Al finalizar las intervenciones y tener que devolverlas a su lugar, o con la familia que le corresponde, siempre queda algo mío en esos bienes, y en mi, mucho de estas obras. Es ahí donde está el privilegio, la gran suerte de pasar a formar parte de algo apreciado, de su valor histórico o familiar, y colaborar en su conservación. ¿Merece la pena las horas y horas que sacamos para realizar las intervenciones? Sí, y por descontado. Al menos, a mi me las merece, porque lo consigo ver de la forma que aquí os lo expongo. Cada uno saca sus prioridades que en muchos casos son obligaciones, en mi caso conseguí unir lo que más me apasionaba con mi trabajo, algo casi remoto en estos tiempos, aunque es cuestión de buscarlo e intentar conseguirlo.
Por todas estas sensaciones, me siento siempre preparada, y agradecida de poder hacer lo que hago. Agradecida de la confianza que me dan, y de la oportunidad de poder conocer y seguir aprendiendo en lo personal. Siempre agradecida.
Natividad Poza Poza. Conservadora y restauradora de Bienes Culturales.