Virginia Woolf decía que “toda mujer necesitaba dinero y una habitación propia para poder escribir novelas” (Una Habitación Propia, 1929). Continuaba Virginia Woolf esta frase abriendo el dilema sobre la verdadera naturaleza de la novela y la verdadera naturaleza de la mujer. ¿Por qué? Porque esta última ha sido tradicionalmente relegada a las labores del hogar, sus habitaciones eran el salón, la sala de estar y la cocina, como mucho tenía el jardín para poder reflexionar. ¿Por qué cuando viajamos y hacemos algún tour por casas de escritores famosos siempre nos enseñan sus habitaciones? Ya sabéis, esas donde se situaba el escritorio en el que tantas horas pasaron, pluma y folio delante, y una ventanita pequeña que abría las puertas de su imaginación. ¿Por qué? La respuesta es simple, el hombre siempre pudo escribir, siempre pudo trabajar y ganar unos buenos ahorros para poder mantenerse. ¿Se podía la mujer mantener antes? Incluso a mediados del siglo XX era un caso excepcional que una mujer se mantuviera sola. El desencadenante de esto, junto con otras formas de pensar, ha sido que la mujer nunca haya podido hacerse con una habitación propia para escribir sus propias novelas. Y me diréis, “pero Carmen, existen mujeres en la historia de la literatura que sí han publicado sus obras”. Obviamente, y muchas de ellas bajo pseudónimos. Citando de nuevo Una Habitación Propia (libro indispensable si se quieren abordar estudios de género), Virginia Woolf declaraba su consideración acerca de que el “Anon” (anónimo), a menudo era una mujer. Y razón no le faltaba, pues son muchas las mujeres que a lo largo de la historia han firmado sus novelas bajo pseudónimos, ejemplos de ello son las hermanas Brontë (Charlotte, Emily y Anne), Louise May Alcott, Mary Anne Evans, Matilde Cherner, etc. ¿Era fácil, entonces, para una mujer escribir novela? La respuesta claramente es no.

En relación con esto hay una noticia actual que ha sobresaltado el mundo de la literatura y de la que seguramente vosotros/as os habréis hecho eco a través de los medios de comunicación. Se trata del debate “Carmen Mola”, que si no lo conocéis os resumo brevemente: Carmen Mola es el nombre de una escritora, hasta ahora, anónima que concedía entrevistas sin desvelar su identidad. Esta forma de actuar no es nada nueva sino más bien lo contrario, es un procedimiento más efectuado de lo normal a lo largo de toda la historia del arte. Banksy es uno de los mayores ejemplos actuales. El debate se generó cuando el pasado 16 de octubre le fue concedido a la propia Carmen Mola el Premio Planeta 2021. En esa aura de curiosidad que se generó en la noche de la entrega de premios fue toda una sorpresa descubrir que detrás de este nombre femenino se situaban tres hombres (Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez). La lluvia de críticas no tardó en llegar, ni veinticuatro horas pasaron sin que se abriese el melón de “¿Estamos en un momento literario en el que el nombre de una mujer vende más?”. Somos las descendientes de una historia que nos ha silenciado, que nos ha empujado a ser las grandes invisibles en el arte, y ahora, sin comerlo ni beberlo, tras haber publicado durante tantos años con pseudónimos masculinos, nos acusan de ser estrategia de marketing. ¿O realmente estos tres escritores han utilizado el nombre de Carmen Mola para convertirse en superventas?, ¿De verdad un/a escritor/a es consciente de la trascendencia que va a tener su novela incluso antes de ser publicada? Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez se escudaban en la idea de que si su novela había gustado no era por tema de género, sino porque realmente era buena. Y es aquí donde se lanza la pregunta de por qué tres hombres escogerían vender sus obras con el nombre de una mujer si tradicionalmente esta ha tenido que escribir con apodo masculino.

Está claro que, aun no siendo una estrategia de marketing como mucha gente declara, todo se configura en torno a un mundo creado esencialmente por y para los hombres. Simone de Beauvoir ya lo decía, “La representación del mundo, como el mismo mundo, es obra de los hombres; ellos lo describen desde su propio punto de vista, que confunden con la verdad absoluta”. Y aquí abro yo el debate para toda persona que me lea, ¿Estamos entonces en un nuevo punto de partida hacia un mundo con mirada femenina, o se aprovecha la situación de lucha de género que vivimos en la actualidad para vender más? Sea como fuere, lo que sí tenemos claro como mujeres, y tal y como declaraba mi querida Virginia Woolf, es que nunca ha habido ni habrá barrera, cerradura ni cerrojo que pueda imponer la libertad de nuestra mente.
Imagen destacada: fotografía de Virginia Woolf.
La verdad es que no entiendo por qué tres hombres usan un hombre femenino a día de hoy. Un poco feo, por respeto a las mujeres que sí se han visto obligadas a usar un nombre masculino.
Aunque no creo que hoy día sea un problema el género, por lo menos en la mayoría de Países.
Efectivamente, Jajo, hoy en día no es problema (al menos dentro de nuestra localización privilegiada) que una mujer escriba con su verdadero nombre. El problema recae en esas estrategias de marketing que no resultan transgresoras para nada, sino más bien todo lo contrario. Con respecto a la problemática «Carmen Mola», algo que se me ha pasado por completo comentar es el hecho de que, por casualidad, o arte de magia quizás, este año el Premio Planeta se había duplicado… ¿se sabía ya quién iba a ganar?…